No puedo dejar que sea tan fugaz el
paso de Alfonso Canales por este blog.
Cuánto se ha repetido que es un
poeta críptico, barroco, neobarroco y ¡hasta barroquizante! ¿Qué es eso?
Yo no sé si me explico,
pero es que hay cosas que no son para cantadas,
sino para dichas llanamente, después de tomar una cerveza.
pero es que hay cosas que no son para cantadas,
sino para dichas llanamente, después de tomar una cerveza.
Eso lo escribe un poeta barroquizante. Un poeta que celebra
con sencillez lo más cotidiano:
–Es de día–: y con ello
entra el sol en el alma, como una aguja caliente,
y nos sentimos seguros de que, por el momento,
Dios no nos olvida.
entra el sol en el alma, como una aguja caliente,
y nos sentimos seguros de que, por el momento,
Dios no nos olvida.
Un poeta que al despertar se alegra del color del mundo,
cada día, Dios nos pone tierra
bajo los pies,
aire sobre la boca y azul en las pupilas.
bajo los pies,
aire sobre la boca y azul en las pupilas.
Y que festeja la simple felicidad de vivir,
amor, amor y el mundo
como está,
así simplemente, como está, más
breve aún, más complacida la fórmula que la otra famosa, el mundo está bien hecho, de su amigo vallisoletano-malagueño (ese
sí, críptico y lapidario con frecuencia).
Un poeta que sólo tiene un remedio contra la adversidad:
aguas de amor para apagar el miedo.
¿Qué poeta barroquizante es ese que confiesa con toda
sencillez
no sé cómo poner música a la música?
Porque esa es la que él considera su tarea de poeta: poner música a la música. El mundo canta
ya de por sí un canto cósmico, y él quiere añadir una melodía doméstica, una
musiquilla para silbar por la calle (¡el poeta barroquizante!), que quepa en
renglones cortos y rimas leves.
Su amigo y cofundador José Antonio Muñoz Rojas –juntos crearon
revistas y colecciones poéticas en la Málaga de los cuarenta– le dice en un
poema: tu verso es para la voz viva, y
un poco más abajo insiste,
decía que tu verso
es para dicho en alta y viva voz.
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