lunes, 30 de julio de 2012

ALFONSO CANALES, AL APARATO


       Es una fórmula que ya no se usa al descolgar el teléfono, pero fue la que empleó Alfonso Canales cuando le llamé para preguntarle por la visita que le hizo, en los años cincuenta, la poeta alemana Hilde Domin.

       –Alfonso Canales, al aparato.

       No se acordaba de nada. Uno piensa que un encuentro así queda grabado en la memoria para toda la vida. Pero la visita de una señorita alemana aficionada a la poesía no es un acontecimiento memorable. Es lógico.

       –Una poetisa importante, ¿dice?

       Poetisa dijo, sí. Eso tampoco se usa ya. Las poetisas se llaman ahora poetas. La desinencia es femenina. Ningún poeta varón ha reclamado para sí, en estos tiempos en que las desinencias parecen resultar tan ofensivas, una variante que termine en o.

       Es verdad que Hilde Domin no era entonces una poeta importante. Después de decirlo me di cuenta del error. Lo sería treinta años más tarde. Por aquellas fechas sólo había publicado algunos poemas en revistas alemanas. Su primer libro, Nur eine Rose al Stütze (Sólo una rosa como apoyo), es de 1959.

       –Mi casa tiene dos puertas, dijo.

      Por unas de las puertas entraban los clientes de su despacho de abogado, y por la otra entraban los poetas. Para los poetas que le visitaban resultarían deprimentes los tomos de jurisprudencia de Aranzadi y la colección legislativa del ministerio de Justicia.

       –Debió de entrar por atrás. Allí tengo más de veinte mil libros de poesía, dijo.

       Apenas conozco Málaga, y no sé qué quiere decir por detrás de la calle Martínez Campos. Veinte mil libros de poesía me parecen muchos. ¿Se han publicado tantos? Probablemente no. Quizá quería decir otra cosa, libros de literatura, libros no jurídicos.

      La enviaba Bernabé Fernández-Canivell. Eso le hizo recordar algo. Hilde Domin quería publicar en Caracola, por indicación de Vicente Aleixandre. La imagen menuda y nerviosa de Hilde Domin empezó a surgir de un rincón remoto de la memoria. Pero se desvaneció en seguida. ¿Fue sólo una visita, o fueron varias las que le hizo a Alfonso Canales?

       –Me abrió el horizonte de la poesía alemana, dijo.

       Eso no es cosa de una tarde. Pero no pudo decirme más. Aquella conversación telefónica fue el 22 de abril de 2010. Alfonso Canales murió siete meses más tarde, el 18 de noviembre.

Alfonso Canales (Málaga 1923-id 2010)

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