Es una fórmula que ya no se usa al descolgar el teléfono,
pero fue la que empleó Alfonso Canales cuando le llamé para preguntarle por la
visita que le hizo, en los años cincuenta, la poeta alemana Hilde Domin.
–Alfonso
Canales, al aparato.
No se acordaba de nada. Uno piensa que un encuentro así
queda grabado en la memoria para toda la vida. Pero la visita de una señorita
alemana aficionada a la poesía no es un acontecimiento memorable. Es lógico.
–Una poetisa
importante, ¿dice?
Poetisa dijo, sí.
Eso tampoco se usa ya. Las poetisas se llaman ahora poetas. La desinencia es
femenina. Ningún poeta varón ha reclamado para sí, en estos tiempos en que las
desinencias parecen resultar tan ofensivas, una variante que termine en o.
Es verdad que Hilde Domin no era entonces una poeta
importante. Después de decirlo me di cuenta del error. Lo sería treinta años
más tarde. Por aquellas fechas sólo había publicado algunos poemas en revistas
alemanas. Su primer libro, Nur eine Rose
al Stütze (Sólo una rosa como apoyo),
es de 1959.
–Mi casa
tiene dos puertas, dijo.
Por unas de las puertas entraban los clientes de su despacho
de abogado, y por la otra entraban los poetas. Para los poetas que le visitaban
resultarían deprimentes los tomos de jurisprudencia de Aranzadi y la colección
legislativa del ministerio de Justicia.
–Debió de
entrar por atrás. Allí tengo más de veinte mil libros de poesía, dijo.
Apenas conozco Málaga, y no sé qué quiere decir por detrás
de la calle Martínez Campos. Veinte mil libros de poesía me parecen muchos. ¿Se
han publicado tantos? Probablemente no. Quizá quería decir otra cosa, libros de
literatura, libros no jurídicos.
La enviaba Bernabé Fernández-Canivell. Eso le hizo recordar
algo. Hilde Domin quería publicar en Caracola,
por indicación de Vicente Aleixandre. La imagen menuda y nerviosa de Hilde
Domin empezó a surgir de un rincón remoto de la memoria. Pero se desvaneció en
seguida. ¿Fue sólo una visita, o fueron varias las que le hizo a Alfonso
Canales?
–Me abrió el
horizonte de la poesía alemana, dijo.
Eso no es cosa de una tarde. Pero no pudo decirme más.
Aquella conversación telefónica fue el 22 de abril de 2010. Alfonso Canales
murió siete meses más tarde, el 18 de noviembre.
Alfonso Canales (Málaga 1923-id 2010) |
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