El Concierto
de piano núm. 1 de Grieg fue la primera pieza de música clásica que recuerdo. La
primera canción fue un bolero, Lo dudo,
que cantaban Los Panchos
Lo
dudo, lo dudo, lo dudo
que tú llegues a quererme
como yo te quiero a ti.
Lo dudo, lo dudo, lo dudo,
que halles un amor más puro
como el que tienes en mí.
Hallarás mil aventuras
sin amor,
pero al final de todas
solo tendrás dolor.
Te darán de los placeres
frenesí,
más no ilusión sincera
como la que te di.
que tú llegues a quererme
como yo te quiero a ti.
Lo dudo, lo dudo, lo dudo,
que halles un amor más puro
como el que tienes en mí.
Hallarás mil aventuras
sin amor,
pero al final de todas
solo tendrás dolor.
Te darán de los placeres
frenesí,
más no ilusión sincera
como la que te di.
Mis
padres lo bailaban en casa, ellos solos, y yo los miraba desde el sofá con las
piernas colgando, que aún no llegaban al suelo. El primer calendario que
entendí fue el de 1959. Tenía grandes números de color rojo.
Los
brillantes acordes del piano de Grieg flotan, desde el balcón que da al mar,
sobre aquel jolgorio en sordina que no se detiene hasta altas horas de la
noche, y se cruzan con los ecos franceses, españoles, alemanes, árabes, yidis y
ladinos de las conversaciones callejeras. Los instrumentos de viento repiten la
melodía del solista. Llegan hasta el balcón las voces de unos paseantes que ríen
y bromean en un idioma desconocido. El azul del cielo y el del mar se
confunden. Solos de viento –oboes, fagots− interpretan el tema principal por
encima de los arpegios del piano. Al fondo se ve la silueta caliza del cabo
Espartel. Llega el transbordador de Tarifa, haciendo sonar la sirena. La
melodía es triunfal, pero tiene de cuando en cuando la leve tristeza del tono
menor. Los compases recorren el teclado de arriba abajo y luego de abajo
arriba. Mi padre mueve la cabeza, sonriendo. Lleva una chaqueta gruesa, de
color gris, de espiguilla, y una corbata roja y gris.
A.P. su madre en el boulevard Pasteur de Tánger, años 50
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario