lunes, 11 de junio de 2012

VECINDAD


    Ha hecho el nido tan cerca del ventanal del despacho que nuestras miradas se cruzan constantemente: al levantarme de la silla, al mover la cortina, al hacer cualquier movimiento brusco. Al principio pensaba que reconsideraría su imprudencia de haberse instalado tan cerca y que se iría más lejos, pero no ha sido así. Ha debido de ponderar las circunstancias: el ventanal no se abre, el humano parece inofensivo y las ramas interiores del árbol son densas y sombrías. Cuando me olvido de ella porque tengo que andar enfrascado en los documentos, se aplasta contra el fondo del nido y cierra los ojos. Cuando paro un momento y me levanto, alza el cuello, gira la cabeza y me mira con los ojos muy abiertos. Procuro moverme despacio. Estamos pendientes del uno del otro. Ella por prudencia, y yo por no perderla, para que no se sienta incómoda y ser vaya. También para evitarle sobresaltos y que esté tranquila.

   Lleva una vida tan solitaria como la mía, y eso hace que nos entendamos. Nadie viene a verla. A veces se posa en el mismo árbol otra paloma, pero se advierte enseguida que es un extraño. No se tienen en cuenta. Ella tampoco busca compañía. Se pasa muchas horas en el nido, se ve que está a gusto sobre esos pocos palos secos que ha reunido.

    La primera mañana que la vi me acordé de la canción de Moustaki,

heureusement qu'il y a de l'herbe dans nos villes polluées
et que la nature est superbe quand telle pousse en secret
un peu d'amour et de soleil suffit a la faire pousser
un peu d'amour et de soleil suffit a la faire pousser

    Sí, menos mal que la naturaleza es más fuerte que nuestra civilización urbana, y que se cuela por cada resquicio enviándonos plantas y pájaros. Qué sería de una ciudad sin trinos y sin el murmullo del viento entre las hojas, una ciudad inmóvil como un cuadro metafísico. Y aunque es verdad que

un peu d'amour et de soleil suffit

qué poco amor les damos, qué ingratos anfitriones somos con esos huéspedes tan delicados y frágiles. Afortunadamente la naturaleza es más generosa que nosotros.

               Mi vecina del registro, fotografiada el 8 de junio

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