Uno de los hallazgos
más fascinantes –quizá por su propia pequeñez– es el de un cabo de papel que un
lector de otro siglo dejó olvidado en un libro, después de leerlo, para marcar
el punto en que interrumpió la lectura. A veces se trata de un impreso, y otras
veces –la mayoría– de unas notas manuscritas. Lo que uno de estos días he
encontrado entre las páginas de un árido manual de formulas procesales encuadernado
en pergamino es un dibujo. Se trata de un bosquejo ingenuo y preciso a la vez,
al que el color sepia de la tinta da una ingenuidad aún mayor, no sé si por el
espejismo de que un dibujante ingenuo de tiempos pasados parece más ingenuo que
uno de nuestros días. Para un descubridor común, como es que el que en este
caso ha vivido el feliz hallazgo, lo que ese trozo de papel representa es,
simplemente, un altar.
Pero he enviado una copia del dibujo a mi
amigo P.N., del que puede decirse –sin los escoramientos valorativos que
propicia la amistad– que es el mejor historiador del arte de nuestro tiempo y
nuestro país. Después de quejarse de que le someta a examen a primera hora de
la mañana –que es cuando le ha llegado el dibujo–, me ha enviado estas asombrosas
precisiones: “Se trata sin duda de un dibujo del siglo XVIII, pues el cuerpo
bajo de arquitectura tiene estípites a ambos lados. A su vez, la Inmaculada
coronada sigue la tradición sevillana de Murillo en la composición y movimiento
de la figura: manos en actitud de oración hacia la izquierda, cabeza girada
hacia la derecha, y manto henchido con apoyo de ángeles en la parte baja. Está
claro que es un proyecto de tabernáculo para exponer el Santísimo, sobre una base
escalonada, todo ello muy propio de un convento femenino. Es muy probable que todos –el que hizo el
dibujo y las monjas destinatarias del dibujo– estuvieran en Andalucía”.
Estoy tentado de seguir preguntándole. Con
esa perspicacia detectivesca que da el mucho saber, ¿podrá precisar mi amigo si
el dibujante del tabernáculo y el lector de este formulario procesal son un
mismo sujeto? ¿Pretenderá el dibujante, escudriñando las páginas de este libro,
encontrar la fórmula procesal más adecuada para llevar al capellán o a la
superiora de ese convento andaluz ante los tribunales, por no haberle pagado
las trazas del monumento que tan minuciosamente ha imaginado?
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