La primera carta verde la recibí hace ya más de veinte años
del poeta Rafael Morales. Desde su Cántico
doloroso al cubo de la basura, que ya no sé si me obligaron o quise yo
mismo aprender de memoria en los años escolares, a Rafael Morales le he seguido
leyendo desde entonces, y siempre he visto detrás al hombre bueno y llano que
esa carta verde y las otras cartas verdes posteriores confirmaban.
Neruda compuso todos sus poemas con tinta verde. Cuando en
sus años de cónsul en Madrid durante la guerra o en alguno de sus destinos
diplomáticos en Asia fallaba el suministro de tinta verde, empezaba una sequía
literaria que no terminaba hasta que sus hojas en blanco volvían a recibir el
riego de la tinta verde.
En las cartas de Rafael Morales, la tinta verde parecía
esconder una muda profesión de esperanza, porque escribía con el color verde desde
la expresión de sus dolencias y de su vejez. En Neruda el verde era un mensaje
de la durabilidad del poema en un mundo efímero, un correlato de la explosión
de la primavera en un tiempo que muere,
Primavera temible, rosa loca,
llegarás, llegas imperceptible, apenas
un temblor de ala, un beso de niebla con jazmines,
el sombrero lo sabe, los caballos, el viento
trae una carta verde que los árboles leen…
llegarás, llegas imperceptible, apenas
un temblor de ala, un beso de niebla con jazmines,
el sombrero lo sabe, los caballos, el viento
trae una carta verde que los árboles leen…
dice en uno de sus poemas. En la casa del barrio montevideano de
Sayago, en que la hija de Felisberto Hernández guarda los papeles de su padre,
vi la carta escrita con tinta verde en papel amarillo en la que Ramón Gómez de
la Serna le llama “el gran sonatista de los recuerdos y las quintas”, con el
trazo de la primera “a” que no acaba de cerrarse, y hace dudar de si le llama
sonatista o sonetista de sus recuerdos. Desde luego, Felisberto había compuesto
más sonatas que sonetos.
Rulfo
escribía con tinta verde, y Lezama Lima escribió con tinta verde en infinitos
cuadernillos de unas pocas páginas su inacabable Paradiso.
Pedro Salinas sólo escribía poemas y cartas en tinta verde. Las cartas a Katherine
Whitmore están escritas con verde. A veces usaba papel amarillo. ¿Te vas
acostumbrando ya a mi escritura, a esta terrible letra mía?, le
dice en una de ellas, más ilegible aún por la sinuosidad del rastro verde que recorría
el pliego amarillo.
Hay un designio oculto en el uso de la tinta verde, un propósito de conjurar
lo oscuro del mundo –el de la tinta negra–, y de invocar lo luminoso y feliz
que hay en él. Quizá sea Octavio Paz quien mejor ha desentrañado el misterio de
estos poetas de tinta verde al escribir que
La tinta verde crea jardines,
selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones…
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones…
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