lunes, 7 de mayo de 2012

POETAS DE TINTA VERDE


    La primera carta verde la recibí hace ya más de veinte años del poeta Rafael Morales. Desde su Cántico doloroso al cubo de la basura, que ya no sé si me obligaron o quise yo mismo aprender de memoria en los años escolares, a Rafael Morales le he seguido leyendo desde entonces, y siempre he visto detrás al hombre bueno y llano que esa carta verde y las otras cartas verdes posteriores confirmaban.

    Neruda compuso todos sus poemas con tinta verde. Cuando en sus años de cónsul en Madrid durante la guerra o en alguno de sus destinos diplomáticos en Asia fallaba el suministro de tinta verde, empezaba una sequía literaria que no terminaba hasta que sus hojas en blanco volvían a recibir el riego de la tinta verde.

    En las cartas de Rafael Morales, la tinta verde parecía esconder una muda profesión de esperanza, porque escribía con el color verde desde la expresión de sus dolencias y de su vejez. En Neruda el verde era un mensaje de la durabilidad del poema en un mundo efímero, un correlato de la explosión de la primavera en un tiempo que muere,

Primavera temible, rosa loca,
llegarás, llegas imperceptible, apenas
un temblor de ala, un beso de niebla con jazmines,
el sombrero lo sabe, los caballos, el viento
trae una carta verde que los árboles leen…

dice en uno de sus poemas. En la casa del barrio montevideano de Sayago, en que la hija de Felisberto Hernández guarda los papeles de su padre, vi la carta escrita con tinta verde en papel amarillo en la que Ramón Gómez de la Serna le llama “el gran sonatista de los recuerdos y las quintas”, con el trazo de la primera “a” que no acaba de cerrarse, y hace dudar de si le llama sonatista o sonetista de sus recuerdos. Desde luego, Felisberto había compuesto más sonatas que sonetos.

     Rulfo escribía con tinta verde, y Lezama Lima escribió con tinta verde en infinitos cuadernillos de unas pocas páginas su inacabable Paradiso.
  
    Pedro Salinas sólo escribía poemas y cartas en tinta verde. Las cartas a Katherine Whitmore están escritas con verde. A veces usaba papel amarillo. ¿Te vas acostumbrando ya a mi escritura, a esta terrible letra mía?, le dice en una de ellas, más ilegible aún por la sinuosidad del rastro verde que recorría el pliego amarillo.

     Hay un designio oculto en el uso de la tinta verde, un propósito de conjurar lo oscuro del mundo –el de la tinta negra–, y de invocar lo luminoso y feliz que hay en él. Quizá sea Octavio Paz quien mejor ha desentrañado el misterio de estos poetas de tinta verde al escribir que

La tinta verde crea jardines, selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones…


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