Hice esta fotografía, hace unos años, en el campo de concentración
de Buchenwald. Hasta ayer no me había dado cuenta de lo que dicen esas letras
de hierro, porque están invertidas. A
cada uno lo suyo. Terrible afirmación para estar en ese lugar, pero también
terrible en cualquier lugar y en cualquier momento de la vida. La vieja máxima
de Ulpiano, siempre entendida como un modo de realización de la justicia, se
convierte de pronto en algo insostenible. Y no porque esté escrita con letras de
hierro en esa puerta. Es en sí misma de una dureza aterradora. ¡Lo suyo! ¿Quiénes
somos para saber qué es lo de cada cual? ¿De qué poder estamos investidos para
decidir lo que otros merecen? La vieja máxima romana, iluminada por la luz
difusa de Buchenwald, abre un abismo entre lo propio y lo ajeno, entre uno mismo
y los demás. A los otros, a los demás, hay que darles “lo suyo”. No hay que
darles “lo nuestro”, sino esa ración bien sopesada y medida que es “lo suyo”:
exactamente lo que se merecen.
Jedem das Seine
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Buenos días: muchas gracias por este conmovedor apunte. Consuela saber que hay una comunidad de personas que se da cuenta de la aberración de algunas frases hechas que circulan como si fueran monedas de valor, cuando en realidad están al servicio de una ideología tóxica.
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