La frase de Hermann Muthesius que aparece en lo alto de la
fotografía se convirtió en el lema de aquel movimiento de renovación estética
que fue el Deutscher Werkbund. Alemania, que estuvo al frente de la revolución
industrial, se puso al frente de la aplicación del arte a la industria. Había
que poner el arte en todo: no sólo en los cojines y las casas –como decía el
lema– sino también en los muebles, las lámparas, las vajillas, los cubiertos, las
jarras, las cajas de galletas, las cajetillas tabaco, las fábricas, las
locomotoras, los buques, los puentes, las ciudades, incluso los cementerios –las
dos guerras mundiales, con su botín de muertos, no debilitaron el entusiasmo
creador del Deutscher Werkbund–. El
catálogo de los productos en venta, el Warenbuch
de 1915, es uno de los más fabulosos libros de arte del siglo XX.
Nada más lejano
del Werkbund que el esteticismo.
Frente al l’art pour l’art que por
esas fechas propugnaban los estetas franceses, el Werkbund defendió un arte que dignificara la vida cotidiana, que
contribuyera a la felicidad de los hombres. Rodeado de objetos bellos, viviendo
en casas luminosas, creando belleza en las fábricas, el hombre –borradas las
clases sociales por obra y gracia de la estética– tendría una existencia más
elevada.
La exposición del
Werkbund que estos días ofrece en
Museo de Artes Decorativas tiene evidentes semejanzas con la exposición de La vanguardia aplicada de la Fundación
Juan March. Si el lector recuerda la fotografía de uno de los rincones de La vanguardia que se trajo a este blog
hace unos días, no advertirá apenas diferencia con la fotografía de hoy. Ambas
exposiciones podrían reducirse a una sola. Las salas del museo y las de la
fundación podrían situarse unas tras otras, sin que el visitante advirtiera que
detrás laten dos ideas distintas. Porque, efectivamente, hay dos ideas, aunque
sutilmente emparentadas: lo que las vanguardias propugnaban era la aplicación
de una nueva estética a las cosas, y lo que el Werkbund pretendía era que los objetos mismos se expresaran
estéticamente. Dicho de otro modo: las vanguardias actuaban de fuera a dentro,
y el Werkbund de dentro a fuera. Las
vanguardias añadían: curvas, espirales, grecas, adornos de todo tipo; el Werkbund extraía: cada cosa debía
expresarse por sí misma, manifestar cuál era la belleza más adecuada a su
función. Por eso hay más homogeneidad de estilo en las vanguardias que en el Werkbund.
Las vanguardias
murieron y el Werkbund sobrevive.
Hace poco, en 2007, ha cumplido el siglo. Hoy agrupa a un millar de artistas,
arquitectos y críticos. Alemania sigue al frente de la industria europea, y
sigue necesitando una conciencia estética que modere los impulsos primarios que
mueven las fábricas: la eficacia, la productividad, el lucro.
100 años de arquitectura y diseño
en Alemania, exposición del Museo de Artes Decorativas. Fotografía del 25 de mayo
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