jueves, 20 de septiembre de 2012

¿CÓMO ES...?


Alguna vez pensé escribir un librito que se llamase pomposamente Tratado de Psicología Lexicológica. Porque las palabras más llamativas del diccionario son las que definen la manera de ser de las personas. Son palabras coloquiales, porque las palabras técnicas –las propias de la psicología y la psiquiatría– se dejan para los diccionarios científicos. En el diccionario general están sólo las palabras con que los hombres han tratado de describir a sus vecinos o parientes cuándo querían decirle a otro cómo eran.

Durante bastante tiempo fui haciendo listas. Tengo algunas de ellas a la vista. El loco puede ser un vesado o un lunático, pero también un mochales, un atreguado, un desvariado, un insipiente o un lipemaniaco. Loco y alocado no tienen nada que ver, y el alocado puede ser inconexo, incomplexo, heteróclito o simplemente extraño, y la variedad de extraños es infinita: el estrafalario, el famoso, el adefesio, el moharrache, el zaharrón, el zamarrón, el matachín, el botarga, el cultrívoro, el caricato, el estafermo, el calandrajo, el figurero, el gaitero, el ñaque. El lujurioso puede ser lúbrico, lóbrego, rijoso, salaz, arrecho, toriondo, moriondo o butiondo, además de adoptar otras variedades más habituales, como el mico, el fornicario, el libidinoso, el sicalíptico, el sibarítico o el braguetero. El avaro o mezquino puede ser estíptico, manicorto, cicateruelo, escasero, escatimoso, estreñido, prieto, menguado, transido, amarranado, pijotero o lechero. El triste puede ser flébil, élego, amarrido, desmarrido, macilento, saturnino, murrio, maganto, aliquebrado, cacoquimio, huerco, rostritorcido o frondio. También el alegre puede adoptar distintas variedades: el letífico, el ristolero, el godible, el godesco, el gayo, el jocundo, el jacarero, el mojarrilla, el zarabandista, el corretón, el pajarero, el esparcido y el bizbirondo. El desconfiado tiene sus variedades propias: el matrero, el difidente, el escamón, el caviloso, el indiciado, el emponchado y el maliciable. El desconfiado no siempre es astuto, y el astuto es un ser con muchos posibles matices: está el solerte, el ladino, el candongo, el conchudo, el macuco, el tretero, el mindango, el retobado, el mañero, el carlancón, el perillán, el pardal, el maco, el chambre, el socarra, el coscón, el truchimán, el tumbón, el cauque, el zamarro, el zaramullo, el chuzón, el camandulero, el cachicán, el guitarrón, el galopín, el martagón, el marrajo, el mañuelas, el púa, al alpargatilla, el zorrastrón, el zorrocloco, el pécora, el caimán y el peje.

         Es asombroso cómo hemos afinado los españoles de todos los tiempos a la hora de precisar los caracteres humanos. No creo que los hablantes de otras lenguas tengan tanta agudeza psicológica. 


      El indiferente, de Antoine Watteau

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