Alguna vez pensé escribir un librito que
se llamase pomposamente Tratado de
Psicología Lexicológica. Porque las palabras más llamativas del diccionario
son las que definen la manera de ser de las personas. Son palabras coloquiales,
porque las palabras técnicas –las propias de la psicología y la psiquiatría– se
dejan para los diccionarios científicos. En el diccionario general están sólo las
palabras con que los hombres han tratado de describir a sus vecinos o parientes
cuándo querían decirle a otro cómo eran.
Durante bastante tiempo fui haciendo listas.
Tengo algunas de ellas a la vista. El loco puede ser un vesado o un lunático,
pero también un mochales, un atreguado, un desvariado, un insipiente o un
lipemaniaco. Loco y alocado no tienen nada que ver, y el alocado puede ser
inconexo, incomplexo, heteróclito o simplemente extraño, y la variedad de
extraños es infinita: el estrafalario, el famoso, el adefesio, el moharrache,
el zaharrón, el zamarrón, el matachín, el botarga, el cultrívoro, el caricato,
el estafermo, el calandrajo, el figurero, el gaitero, el ñaque. El lujurioso
puede ser lúbrico, lóbrego, rijoso, salaz, arrecho, toriondo, moriondo o
butiondo, además de adoptar otras variedades más habituales, como el mico, el
fornicario, el libidinoso, el sicalíptico, el sibarítico o el braguetero. El
avaro o mezquino puede ser estíptico, manicorto, cicateruelo, escasero,
escatimoso, estreñido, prieto, menguado, transido, amarranado, pijotero o
lechero. El triste puede ser flébil, élego, amarrido, desmarrido, macilento,
saturnino, murrio, maganto, aliquebrado, cacoquimio, huerco, rostritorcido o
frondio. También el alegre puede adoptar distintas variedades: el letífico, el
ristolero, el godible, el godesco, el gayo, el jocundo, el jacarero, el mojarrilla,
el zarabandista, el corretón, el pajarero, el esparcido y el bizbirondo. El
desconfiado tiene sus variedades propias: el matrero, el difidente, el escamón,
el caviloso, el indiciado, el emponchado y el maliciable. El desconfiado no
siempre es astuto, y el astuto es un ser con muchos posibles matices: está el
solerte, el ladino, el candongo, el conchudo, el macuco, el tretero, el
mindango, el retobado, el mañero, el carlancón, el perillán, el pardal, el
maco, el chambre, el socarra, el coscón, el truchimán, el tumbón, el cauque, el
zamarro, el zaramullo, el chuzón, el camandulero, el cachicán, el guitarrón, el
galopín, el martagón, el marrajo, el mañuelas, el púa, al alpargatilla, el
zorrastrón, el zorrocloco, el pécora, el caimán y el peje.
Es asombroso cómo
hemos afinado los españoles de todos los tiempos a la hora de precisar los
caracteres humanos. No creo que los hablantes de otras lenguas tengan tanta agudeza
psicológica.
El indiferente, de Antoine Watteau
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario