sábado, 21 de abril de 2012

LA DOCILIDAD DE LAS COSAS


Porque no tienen alma –¿o sí la tienen, a su manera?– no advertimos la docilidad de las cosas. Cumplen sumisamente el destino. Cuando tienen sonrisa humana –como esta bella ninfa arrancada de alguna noble fachada palaciega– es cuando mejor percibimos la docilidad de las cosas. Sigue sonriendo, a pesar de la incertidumbre que se abre en su futuro. Quizá llegue alguien a esta Feria de la Almoneda que se celebra esta semana en Madrid y la compre. Quizá no la quiera nadie, y la ninfa vuelva, sin sentirse humillada, sin perder la sonrisa, a la tienda del anticuario, y entonces seguirá sonriendo en la claridad del escaparate o en la obscuridad del almacén. No cambiará ni un ápice su gesto de sonrisa. Aceptada o desdeñada, cumplirá su destino con absoluta sumisión.

Nunca alardeará de la dignidad de su origen. Por su tamaño y por la solemnidad del modillón que la envuelve, procede de algún palacio levantado a principios del pasado siglo en alguna capital europea. En la lucha permanente entre el lucro y la belleza, que tanto ha envilecido nuestras ciudades, el palacio habrá dejado el solar a un edificio de mucha altura y poco espacio para vivir: a una multitud de esos cubículos a los que eufemísticamente se llaman “estudios”, donde nadie estudia y sólo se malvive en la angostura.

Y aquí está la ninfa, expuesta a la voluptuosidad de los visitantes, como una cosa más entre las cosas. Parece menos cosa, porque la habilidad del artista ha moldeado bellas facciones humanas en la inexpresividad de la materia, pero pertenece al mismo reino de los seres inanimados. Tiene la misma vida sensible que la multitud de cosas que la rodean: esas dagas alineadas sobre el arcón, los libros apilados en la estantería, las vasijas de barro, las láminas enmarcadas, los óleos viejos, los sillones, las mesitas con sus desgastados tableros de mármol.

Pero, de todos modos, a uno le gustaría aprender la lección de docilidad de esta ninfa, que sabe mantener la sonrisa frente a todas las incertidumbres y calamidades del destino. 

Foto del 19 de abril. Visita a la Almoneda con E.M.

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