Porque no tienen alma –¿o sí la tienen, a su manera?– no advertimos la
docilidad de las cosas. Cumplen sumisamente el destino. Cuando tienen sonrisa
humana –como esta bella ninfa arrancada de alguna noble fachada palaciega– es
cuando mejor percibimos la docilidad de las cosas. Sigue sonriendo, a pesar de
la incertidumbre que se abre en su futuro. Quizá llegue alguien a esta Feria de
la Almoneda que se celebra esta semana en Madrid y la compre. Quizá no la
quiera nadie, y la ninfa vuelva, sin sentirse humillada, sin perder la sonrisa,
a la tienda del anticuario, y entonces seguirá sonriendo en la claridad del
escaparate o en la obscuridad del almacén. No cambiará ni un ápice su gesto de
sonrisa. Aceptada o desdeñada, cumplirá su destino con absoluta sumisión.
Nunca alardeará de la dignidad de su origen. Por su tamaño y por la
solemnidad del modillón que la envuelve, procede de algún palacio levantado a principios
del pasado siglo en alguna capital europea. En la lucha permanente entre el
lucro y la belleza, que tanto ha envilecido nuestras ciudades, el palacio habrá
dejado el solar a un edificio de mucha altura y poco espacio para vivir: a una
multitud de esos cubículos a los que eufemísticamente se llaman “estudios”,
donde nadie estudia y sólo se malvive en la angostura.
Y aquí está la ninfa, expuesta a la voluptuosidad de los visitantes, como
una cosa más entre las cosas. Parece menos cosa, porque la habilidad del
artista ha moldeado bellas facciones humanas en la inexpresividad de la
materia, pero pertenece al mismo reino de los seres inanimados. Tiene la misma
vida sensible que la multitud de cosas que la rodean: esas dagas alineadas
sobre el arcón, los libros apilados en la estantería, las vasijas de barro, las
láminas enmarcadas, los óleos viejos, los sillones, las mesitas con sus
desgastados tableros de mármol.
Pero, de todos modos, a uno le gustaría aprender la lección de docilidad de
esta ninfa, que sabe mantener la sonrisa frente a todas las incertidumbres y
calamidades del destino.
Foto del 19 de abril. Visita a la Almoneda con E.M. |
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