Hay una letra de tango que da el salto al
poema, es decir una letra con la que el tango pasa a convertirse en un género
literario. Me refiero a Alejandra,
que escribió Ernesto Sábato para una partitura de Aníbal Troilo:
He vuelto a aquel banco
del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.
Después de diez años he
vuelto aquí solo,
soñando aquel tiempo, oyendo aquel barco.
El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte,
ya todo llevaron, ya nada dejaron.
soñando aquel tiempo, oyendo aquel barco.
El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte,
ya todo llevaron, ya nada dejaron.
¿En qué soledades
de hondos dolores,
en cuáles regiones
de negros malvones
estás, Alejandra?
¿Por cuáles caminos,
con grave tristeza,
¡oh!, muerta princesa?
He vuelto a aquel banco del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.
Ahora, tan sólo, la bruma de otoño,
un viejo que duerme, las hojas caídas.
El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte
ya todo llevaron, ya nada dejaron.
de hondos dolores,
en cuáles regiones
de negros malvones
estás, Alejandra?
¿Por cuáles caminos,
con grave tristeza,
¡oh!, muerta princesa?
He vuelto a aquel banco del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.
Ahora, tan sólo, la bruma de otoño,
un viejo que duerme, las hojas caídas.
El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte
ya todo llevaron, ya nada dejaron.
Al tango como género literario no se ha
prestado atención. El tango es una modalidad de elegía. Elegía, dice el diccionario, es
una “composición poética en que se lamenta la muerte de una persona o cualquier
otro caso o acontecimiento digno de ser llorado”. Los acontecimientos dignos de ser llorados son, para el tango, el
abandono, el desengaño, el resentimiento, el paso del tiempo sobre el amor y
sobre la mujer –sobre los hombres no, los hombres quedan a salvo del paso del
tiempo−, el olvido. Los escritores de tangos –de tangos como género literario− no
andan ya a la busca de un compositor que añada una melodía: sus poemas son
autónomos.
Probablemente los españoles no sepan
componer tangos, ya lo dijo Borges, pero sí saben escribirlos. Luis Felipe
Vivanco lo demuestra en este Tango:
Con tu mano rica de sortijas
acariciaste
mi poca edad.
Con voz extraña me contabas
la historia de un amor fatal.
Yo comprendí que era tu historia,
¡y aquella noche
te amaba ya!
Me acariciaste, y fue una tarde
maravillosa, nada más.
Pero hubo un brillo en tus pupilas
que yo no quiero recordar.
Y José Ángel Valente en este Tango y perdón, más breve; es la primera
vez que la muerte de Cervantes se cuenta en tango:
Y ya sólo en el borde de
la irrisión suprema,
sin llanto y solo
y transparente dijo:
−Adiós, gracias; adiós, regocijados
amigos.
Ángel González tenía algo de personaje de
tango, con su gravedad melancólica –“un
hombre lleno de febrero / ávido de domingos luminosos”−, y muchos de sus poemas
son elegías de un amor dolorido,
me arrepiento de tanta inútil queja,
de tanta
lamentación improcedente.
Tangos, propiamente, escribió dos: Oda a la noche o letra para tango, y el Tango de madrugada, en que suenan
profundas y agónicas guitarras,
y el bandoneón estira
su indolencia y su ronca
sonoridad marina trasplantada.
Hice esta fotografía a Ernesto Sábato
en su casa de Santos Lugares en marzo de 2001
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