He conocido a varios
personajes decimonónicos. Compartí el mantel de hule de un colegio mayor con
fray Justo Pérez de Urbel, historiador de la Edad Media castellana, que después
de ser abad de los benedictinos del Valle de los Caídos se fue a vivir a un
colegio. Estaba muy consumido y era muy callado y atento. Creo que no dijo nada
en toda la comida. Le pregunté por Fernán González y siguió callado. Sólo
sonrió. Había nacido en 1895. Cuando empecé a estudiar en el conservatorio era
director Jesús Guridi, compositor de óperas y zarzuelas, y sobre todo de
canciones vascas, que es lo único de su obra que se interpreta hoy día. Es ya
una sombra sin apenas contornos, y sólo recuerdo que entraba a veces cuando
estábamos en clase y todos nos poníamos en pie. Mucho tiempo después conocí a
un hijo suyo que iba de tasca en tasca por San Sebastián, moviéndose y hablando
con torpeza, y al que sus compañeros de farra, sin saber ellos mismos por qué,
le llamaban maestro, supongo que sería por su padre. Jesús Guridi había nacido
en 1886. Federico Carlos Sáinz de Robles,
menudo, nervioso, estaba siempre con guardapolvos azul en su despacho de
director de la Hemeroteca Municipal, y era extremadamente cordial. Era cronista
de Madrid, hizo varios diccionarios, y había nacido en 1898. A Tomás Borrás le
conocí en los jueves de la Editora Nacional, y a diferencia de Guridi, le
recuerdo con toda nitidez, como si acabara de despedirme de él. Aquellos jueves
de la Editora eran actos culturales más elegantes que se hayan organizado nunca
en Madrid. Borrás me dedicó un ejemplar de Las
checas de Madrid, que hacía varias décadas que se había publicado. Borrás
era el más joven de los retratados por Solana en el gran lienzo de la tertulia
de Pombo. Borrás había nacido en 1891. En aquellos jueves conocí también a
Gregorio Prieto, que había nacido en 1897. Recuerdo que alguien le dijo, “a ver,
Gregorio, que ya va siendo hora de que entres en Bellas Artes”, y otro comentó
por lo bajo “donde quiere entrar éste es en la Española”. Aquello no lo
entendí, y sigo sin entenderlo. Guridi y Borrás deben de ser los decimonónicos
más antiguos de los que he conocido. Dejando a un lado a Azorín, claro.
Tomás Borrás (1891-1976)
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