Entre tanta pintada insulsa que
mancha inútilmente las fachadas, me conmueve una que veo desde hace algunas
mañanas camino del trabajo. Sólo dice perdóname.
Las pintadas suelen ser cosa de exaltaciones juveniles, de ascos y rebeliones
frente a un mundo de adultos que resulta –probablemente con razón– repugnante y
ajeno. Pero esta es distinta. Por allí hay varios colegios, y quizá algún
muchacho sensible haya cogido el espray para expresarle algo que ignoramos a una
muchacha con coletas y calcetines caídos que entenderá el mensaje. Es una
confidencia en clave de la que participamos, sin entenderla, miles de conductores y
de transeúntes que pasamos diariamente ante ella.
No, no la entendemos. Entenderla,
propiamente entenderla, sólo lo hará esa muchacha con coletas que se sabrá
destinataria de esa única palabra. Pero aunque no la entendamos, esa palabra nos
conmueve. Probablemente todos nos sintamos interpelados por ella. Probablemente
todos, si fuéramos más jóvenes, si tuviéramos el corazón menos endurecido, habríamos
cogido el espray una noche, y después de mirar furtivamente a nuestro
alrededor, habríamos escrito precipitadamente esa misma palabra sobre una pared:
Perdóname. Nuestra destinataria no
sería una muchacha, rubia o morena, vestida de uniforme, sino un destinatario
más difuso, más universal.
No sé si es cosa de esta
civilización urbana hecha de irritación y de prisa, de cálculos egoístas y de
ventajas cuidadosamente sopesadas, pero lo cierto es que, sin que nadie se dé demasiada
cuenta, se hace daño día tras día. Como en aquel doloroso poema de Luis Felipe
Vivanco (Cantan para hacer daño. Sueñan
para hacer daño. Nacen para hacer daño. Construyen, se alimentan, abren las
puertas, miran y contemplan, triunfan para hacer daño…), se hace daño. Y
esa palabra garabateada en el muro debería brotar de las bocas con espontaneidad.
Como el respirar, o el mirar, o el andar, debería ser una palabra que surgiera instintivamente
en el vivir cotidiano. Perdóname.
Esperemos que las brigadas de limpiadores municipales la indulten, para que siga
interpelándonos.
Fotografía hecha ayer mismo, el miércoles 21 de
noviembre
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