El 23 de mayo de 1912 apareció en todos los escaparates
de las librerías alemanas el primer volumen de la colección más elegante de
cuantas se han ideado desde la invención de la imprenta. Uno de estos días va a
salir el número 1.350. En la fecha exacta en que la colección cumpla un siglo
saldrá a la venta una nueva edición, ahora con ilustraciones, del que fue el primer
volumen: La canción de amor y muerte del
Alférez Christoph Rilke. La Insel-Bücherei, o Biblioteca Insel, no ha
olvidado la literatura española. El segundo volumen, también del año 1912, fue La Gitanilla, de Cervantes. Y a lo largo
de estos cien años se han publicado en la colección varios libros españoles,
clásicos y modernos.
La alegre estampación de la portada y la contraportada, y
la sencilla etiqueta blanca –con algo de la ingenuidad de un cuaderno escolar–
han sido los principales elementos de una sobriedad que se ha mantenido sin
alteración a lo largo del tiempo. También la cuidada tipografía y la invariable
encuadernación de hilo, la tapa dura y el formato en octavo.
El Alférez rilkeano, que en el relato juvenil
cabalga con el estandarte entre sus brazos en cabeza del pelotón, ha llevado
siempre el estandarte de la Biblioteca Insel. En sus cincuenta y cuatro
ediciones, el Alférez lleva varios
millones de ejemplares vendidos.
La historia de la colección ha sufrido las mismas
vicisitudes que la convulsa historia de Alemania. En la primera guerra mundial
padeció la inflación monetaria –de costar un marco cada ejemplar pasó a costar
un millón y medio–, pero no se interrumpió la sucesión de títulos ni las
ventas. Más difícil fue atravesar la segunda guerra. En mayo de 1933 llegó a la
editorial la Lista Negra con los ciento treinta y cinco autores prohibidos.
Entre ellos estaba Stefan Zweig, que con el editor Kippenberg había ideado la
colección. Los volúmenes indeseables tuvieron que suprimirse incluso del
catálogo. Muchos ejemplares de la Biblioteca Insel ardieron en aquella pira que
elevó sus llamas azuladas en la berlinesa plaza de la Ópera el 10 de mayo de
1933. Diez años más tarde, en la noche del 3 al 4 de diciembre de 1943, bombas
incendiarias aliadas arrasaron la editorial y sus almacenes.
El nazismo impuso a las editoriales la letra gótica, que
se consideró la genuinamente alemana, y la Biblioteca Insel tuvo que someterse
a la consigna. Rumores no confirmados de que la escritura gótica procedía de
viejos manuscritos judíos bastaron para que Hitler prohibiera el gótico en
enero de 1941. Y las editoriales volvieron unánimemente –Insel entre ellas– a la
tipografía latina.
Con la división de Alemania, la Biblioteca Insel se
dividió también, y siguió publicándose en Leipzig y en Frankfurt. Mientras los
volúmenes de Leipzig se inclinaban a los autores afines al realismo soviético,
los volúmenes de Frankfurt trataron de desagraviar a los perseguidos durante el
nazismo y a los cultivadores del “arte degenerado”. Con la reunificación, la
Biblioteca Insel se ha reunificado también.
Los pequeños volúmenes de Insel tienen coleccionistas
apasionados, que se reúnen en congresos, y tienen también imitadores. Doce
editoriales europeas copian descaradamente la elegante composición de la serie,
y otras simplemente se inspiran en ella –entre ellas, más de una española–. Kippenberg persiguió
a algunos imitadores. Pero, muerto el fundador, la editorial Insel ha tolerado
las imitaciones. Al fin y al cabo es una prueba del éxito.
El Lazarillo de Tormes, nº 706 |
Herman Bang, Ihre Hoheit, nº 1.344 |
Estupenda entrada. Comparto tu entusiasmo por Insel. Y es comprensible que tantas colecciones hayan tratado de imitarlos y aun saquearlos (no sólo en España). Pero también es justo recordar que Insel actualizó modelos del siglo XVIII. En la segunda edición (pág. 38) de Imprenta moderna (me disculparás, por favor, porque no había venido aquí a hablar de mi libro) se reproduce ese primer volumen de Rilke al que aludes y un librito, de igual tamaño, estampado parecido, precioso, y etiqueta de título, hecho por el Mercurio histórico y político impreso en Madrid en... ¡1781!
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