¿Por qué El velador
como título de este monólogo susurrado –casi– al vacío? Quizá… por tres
razones. La primera, porque el velador es un mueble transitorio,
informal, en el que uno pasa un rato, echa quizá un trago, descansa, y
sigue luego el camino. Un velador excusa la falta de densidad y de rigor
en lo que se escribe sobre él. La segunda razón se refiere al autor,
obligado a velar porque el blog tenga continuidad. Esta acepción
subjetiva es la segunda que expresa el diccionario: “Velador. Dicho de
una persona: que, con vigilancia y solicitud, cuida de algo”. El que
inicia un blog se obliga a eso, a “vigilancia y solicitud”; el resultado
es otra cosa. La tercera razón se aleja del mundo virtual y pertenece
al mundo de las realidades tangibles: he comprado un velador. Era una
ilusión antigua. Se trata de un velador auténtico, de los de un solo pie
y tablero circular. No tiene la estabilidad de la mesa, se mece
ligeramente de un lado a otro, pero permite escribir durante un rato
algunos textos superficiales. Tengo el propósito de fundir el mundo
irreal del www con el mundo real de los cuerpos sólidos: iré al velador
cada vez que escriba. Se me olvidaba decir que este velador, a
diferencia de los veladores habituales que están a la intemperie o en el
interior de los cafés, tiene el tablero de madera. Es una madera clara y
rugosa. Algún día traeré una foto. El mármol de los veladores es frío,
aunque luego, al escribir sobre él –decía González Ruano– adquiera
temperatura humana. Éste, por ser de madera, la tiene ya. Espero que eso
ayude.
Vendré a sentarme al velador todos los sábados.
–Pero, ¿y los martes?
–Bueno, los martes… alguno, también, pero no todos. Sólo alguno. Ya veremos. A los martes no me comprometo.
Bonita introducción al blog.Espero que los martes también.
ResponderEliminarLarga vida a su velador... Y yo espero que los jueves, tal como ayer.
ResponderEliminar